martes, agosto 31, 2010

Abrí otra de esas puertas, una puerta vieja que siempre estuvo ahí, de esas a las que se les pasa por al lado como si fueran una pared. Al cruzarla encontré el gran reloj de arena que cuenta mi tiempo. La arena caía despareja, con violencia y caudal aleatorios y me aterré: no había manera de estimar el tiempo restante. Imaginé entonces los eventos importantes que excedían al alcance de mi tiempo, posteriores a la caída del último grano. ¿Qué eventos podrían estar a mi alcance? ¿Debía enfocarme en estos, más cercanos, para así allanar el camino a los eventos que me excedían y deseaba realizados?
¿Y por qué me necesito? ¿Porque necesitarse es obvio? ¿Para lograr objetivos? ¿Porque es lo primero que tengo? No lo supe ni lo sé, así que evadí la pregunta. ¿Por qué me necesito? No encontré manera mejor. Y mientras me necesite, también necesitaré plasmarme en un medio externo.