sábado, enero 16, 2010

En caso de emergencia corte el lacre con el vidrio, rompa el vidrio con el martillo, y devuelva el martillo al lacre.
No sea desordenado.
Siempre perdido e indefenso ante lo irrepetible del todo. Le prometieron que volvería a estar en el pasado, en un día muy particular para él, que podría sentir aquél lugar otra vez en muy preciso momento. Y lo dirigieron allí.
Dio varios pasos sobre la hierba y se detuvo cerca de un risco. No comprendía qué se suponía debía mirar. Había estado allí varias veces ya.
—¿Entonces?
—Observa bien.
Un grillo se había posado brevemente en uno de sus zapatos, y recordó aquél día en ese mismo lugar en que había demasiados grillos, y cómo abusaba de tal fenómeno para romper el silencio cada vez que se quedaba sin palabras y quería volver a conversar algo con ella. «¡Cuántos grillos!» Luego vio una pequeña piedra ser desequilibrada por el viento y rodar unos metros hacia abajo, provocando ruidos muy débiles al chocar con otras hasta detenerse, y recordó sonriendo cómo aquella vez se angustió de que haya sido un evento demasiado nimio como para arrastrarlo a la conversación y dejar de hablar de grillos. Se alarmó de la coincidencia y miró al cielo. Sabía que jamás podría recordar una nube en particular, y estas nubes le eran tan nuevas como cualquier otras, pero le dio cabida a la idea de estar en el pasado, y se alegró de quizá estar viéndolas de vuelta. Recordó su posición aquél día, a un lado, no muy lejos, y el murmullo tímido de una pareja se acercó desde detrás de unas rocas apiladas. Corrió hacia ellos, a mitad de camino reconoció la voz de la chica, se detuvo brevemente, y volvió a correr. Eran él y ella, tan jóvenes, ascendiendo una colina minúscula para detenerse en el pequeño risco desde donde se ve casi todo el pueblo. Le resultó lógico que le sean totalmente indiferentes, pero se preocupó al notar que la hierba se aplastaba bajo sus pies y al poder sentir el viento.
—¿La estoy modificando?
—No.
Y así lo supo. Su memoria se había salvado. En un buen rato él le dará su primer beso y se abrazarán sin decir más. Todos los momentos fueron rescatados por esta magia. Miró este trozo de su vida prometiéndose no combinarlo con el original y se fue con una tranquilidad absoluta. Nada se había perdido. Lo habían logrado. Era posible repetirlo todo.
Intentar era la clave, intentar y reintentar, aunque lento y perezoso y difícil de motivar. Intuyó que sería mejor demostrar honestidad, así que apartó el miedo y enfrentó su necesidad. Iban a llamarlo tonto, quizá demente o criminal, pero valdría la pena por simplemente actuar. Incluso se dio el lujo de vestirse bastante mal, con confianza, impertinente, y suficiente suavidad. Impetuoso loco lindo, tonto y criminal, ¿recuperaste tu identidad con tu ingenua fechoría?
Interviniendo de tal forma, sonrisa amplia al terminar, te vi lleno y satisfecho por esa nueva incertidumbre que tan vivo aún te hace arder. Imposible no estar feliz por ti. ¿Interpretaste bien, acaso, las pistas preparadas por esa bonita señorita? ¿Inventaste, tal vez, tu propia oportunidad? ¿Interrumpió ella tu rumbo hacia tus intrigas solitarias para ahora doblar estas en número y compartirlas? ¿Ingenioso suertudo o indomable náufrago?
¿Irías, si pudieras repetirlo, en una noche estrellada y azul? ¿Irías, otra vez, a mostrarle más color? ¿Irías, nuevamente, a serle brillante río de astucia? ¿Irías a darle un beso?