lunes, junio 28, 2010

No lo entiendo. No me sale hablar con usted. Me trabo. Me atropello. Descubro el final del chiste antes de empezar a contarlo. Y lo peor es que me río igual. Y usted es tan amable, y me acompaña en mi risa, y me pregunta con muestras de interés que, a pesar de mis dudas, me resultan muy auténticas. Y no puedo demostrárselo, pero le pido me crea que sólo me sucede con usted. Solía tener buena labia y lograba conversaciones interesantes con mujeres llenas de bondad, hermosas y brillantes; y con esto no pretendo pavonearme ni debe sentirse intimidada. Esto que me aqueja es de esas cosas que usualmente resultaban bien, y al querer demostrárselas a alguien de especial interés, no podían resultar peor. Algo así. No lo comprendo pero, en el fondo, sé de qué se trata todo esto. Necesito que me haga un favor. Le pido un millón de oportunidades para hacerle notar que soy de buen corazón. Ni una menos. Estoy convencido de mi calidad, pero veo improbable estar a su altura, por lo que preciso intentar tanto como pueda. De lograrlo, sólo restará realizar el engaño del coqueteo, la conquista violenta de sus miedos, y el abuso de su tiempo, para que se rinda, sea mía, y yo suyo.

miércoles, junio 16, 2010

Más fiel que un perro sin hambre. Qué se le va a hacer, uno sueña despierto y atropella a medio mundo y sigue caminando sin prestar atención a nada. Un chiquilín idealista, tonto, y aún así, disfrutando cada miga de pan.

lunes, junio 14, 2010

Te vi de pie en el bus, con la espalda contra la ventana, mirando hacia arriba como si no hubiera techo, y las caras de la gente te pasaban por delante, y te sonreías solo, y sin estímulo aparente inflabas los cachetes para desinflarlos de formas ridículas. Y hacías muecas al piso, le guiñabas los ojos a nadie, y elevabas las cejas en sorpresa al mirarte las manos. A veces practicabas quedarte perfectamente inmóvil con el bus detenido, o jugabas con la fuerza centrífuga, y cuando alguien te pisó simulaste no haber sentido nada. Al prestar mayor atención, vi tu gemelo sentado no muy lejos. Me sonreí al pensar que quizá no supieran que estaban viajando en el mismo lugar. Pero en otro asiento había otro hermano igual. Y a su lado un cuarto hermano. Giré la cabeza y noté que todos los pasajeros eran iguales. Y al detenerse el bus subieron unos tantos y bajaron otros tantos, y por la ventana pude verlos dirigirse en direcciones distintas. Al volver la mirada dentro, eran todos diferentes. O no tanto.
Estoy comiendo queso casi como si no existiera otro alimento. Como un loco del queso. Y creo que podría vivir comiendo queso y solamente queso, y antes de que algún nutricionista me venga con que no se puede, le ahorro el esfuerzo razonando que morir por comer únicamente queso es una cuestión totalmente diferente. Que se puede vivir comiendo solamente queso, se puede. Pero como más que solamente queso, no quiero vivir solo con queso, también me gustan las comidas elaboradas, e incluso el queso mereció cierto proceso para serlo. Y hay que mantenerlo bien conservado, si bien puede ser bastante resistente, no podemos dar por sentado que siempre se mantendrá perfecto y libre de hongos. Todos lo sabemos, «demasiado queso te matará», pero no es realmente el queso lo que mata, ni es del queso la culpa.