lunes, noviembre 20, 2006

El conocía el final de la historia, y se hallaba en el último momento. Mientras, veía a la pequeña piedra mojada caer por la lomada dando leves tumbos, llevándose todo su interés. Parecía rodar en un mundo aparte, libre en su ignorancia de lo que estaba a punto de suceder.

viernes, noviembre 17, 2006

¡Hay que resumir! Continuar lo dejado inconcluso. ¿Dejado inconcluso? ¿O acaso valió la pena? Pasado el tiempo sabré decirlo justificadamente, pero ahora, digo que habrá valido la pena. Dejé de construir y nada se construyó, pero al construir otra vez todas las obras seguirán su curso. Es una enorme demostración de poder. Una persona puede detenerlo todo, en un suspiro, en un año.

miércoles, noviembre 15, 2006

Les hablaré de Pardelá, un lugar en el mundo. No lo haré porque quiera ir o porque quiera que vayan, tampoco lo haré para que su encanto se esparza o que se deleiten en él. Les hablaré de Pardelá porque debe ser hablada.
La manera más sencilla de llegar a pie es cruzando el puente sobre el río Leore, y continuar el camino del bosque hasta su primera bifurcación a la izquierda. No debe irse a la derecha. El camino se hará incrementalmente rocoso, y al momento de llegar a la segunda bifurcación, hay que quedarse en el lugar. No debe tomarse ni el camino izquierdo ni el derecho. Habrá una cerca derraída entre los árboles del lado derecho poco antes de la bifurcación, debe buscársela y seguirla. El bosque pronto termina y da lugar a un prado de pastos altos donde la pequeña cerca se pierde en altura. Adelante podrá distinguirse la roca Tiril y poco después, la muralla y el arco de piedra, entrada a Pardelá.
El suelo pierde los pastizales acercándose al arco, y al llegar solo queda lodo. Nada en el arco o en la muralla indica el lugar al cual se entra, pero se revela al pasar. Pardelá surge de pronto con sus caminos sinuosos de adoquín, con cada casa sobre una colina verde y su propia extensión de terreno llano. Sobre muchos cruces de caminos se encuentran pequeñas torres de vigía construídas en piedra, que resultan más bien como miradores. Prestando algo más de atención a la arquitectura general, se ve que todas las construcciones, incluso las casas, poseen algún tipo de mirador en puntos altos. Los caminos de adoquín son extrañamente lisos, gracias a estar pulidos y tener las juntas rellenas. También son comunes las terrazas sobre pilotes, bajo las cuales se puede estar a la sombra, subir por la escalera hasta la terraza en sí, o subir un poco más hasta su mirador. Unos pocos tramos de caminos están arbitrariamente techados, poseyendo también terrazas a las que pueden accederse desde escaleras en los extremos y en sus centros, donde también hay uno o más miradores. Incluso, algunos tramos se cruzan, uniendo sus terrazas. Existen unos cuantos túneles muy cortos sin mayor razón de ser que la de permitir el andar a través de la tierra, y muchos puentes pequeños sobre caminos hundidos.
Pero nadie vive en este lugar feliz. No puede merecerse. Nadie hace todas las elecciones correctas en el camino. Nadie sabe siquiera cómo es el camino, y siempre habrá una piedra ajena que obligará a desviar el curso. Pero si el azar favorece y no se cruza la cerca, Tiril llevará a Pardelá.

domingo, noviembre 12, 2006

Caminando, como en la última noche de mis diecisiete años. Creí que al despertar el día siguiente cumpliría dieciocho, pero esta vez entré en la plaza y me senté. Me pareció aún estar cursando todas las materias, libre de problemas ajenos a mi carrera. Y también me pareció estar conociendo a alguien, sintiendo el hambre por saber todo de ella, queriendo aprender sus muecas, pensando cuándo y cómo verla otra vez. Es increíble cómo, habiendo cometido error tras error, seguimos juntos. Realmente es increíble. Cualquier otra persona no lo hubiera soportado. Pero seguimos siendo «nosotros» después de todo. Porque somos «nosotros» después de todo.