lunes, abril 16, 2007

Ni siquiera se dignó a decirme dos palabras, ni un "te quiero" ni un "te amo", ni siquiera un "te odio": nada. ¿Estaba pidiendo demasiado? ¿Acaso creyó que le reclamaba explicaciones, creyendo a su vez, estar consecuentemente acorralado? Porque siempre que le pregunté el "por qué" miró al costado, y por una sencilla razón que a lo largo del tiempo me he resignado a aceptar, aunque no la he dejado de combatir; la razón es que sus actos no son comprensibles ni siguen un sentido común. De hecho, creo que sus actos sólo se siguen entre sí linealmente en el tiempo pero en ningún otro ámbito, ya que ni siquiera parecen pertenecer a una misma familia de actitudes, cada uno es como una primera y última vez. Si así fue, pues, me entendió mal; no pedía explicaciones.
¿Me ocultaba algo? Pues, a esta altura, ¡ojalá me oculte algo! Ha sido una persona tan silenciosa desde que la conozco que he llegado a la hipótesis de que simplemente no piensa, es un buen hombre, pero no piensa. Su continuo instinto de ser lo menos problemático posible con toda persona lo ha arrastrado a tener opiniones a las que si uno presta el suficiente grado de atención, notará la ambigüedad intensa que las domina, relegándose a sí mismas como meras acotaciones que no agregarán ni quitarán puntos de vista sobre un tema dado. No pretendo divertirme pero tampoco aburrirme, y si la pretensión de la perfección es algo noble, entonces, conociéndome imperfecta quiero conocer sus pensamientos imperfectos, alguna idea radical sobre cualquier asunto irrelevante que defienda por el mero hecho de defender, y entonces sí encontraré divertida su pretensión de la perfección sabiendo que él también conoce que es imperfecto y que juntos batallaremos tal absurdo de dejar de ser nosotros mismos. Pero si no da cuenta de su imperfección y mucho menos procura defenderse, el asunto se torna rápidamente aburrido. Así que pretenderé, como desde el primer día, que no me oculta nada, y aún teniendo intacta esta hipótesis que tanto quiero ver refutada.
Le pedí dos palabras como pude pedir tres o cuatro o veinte, quería que él dijera algo, no quería que me impresionara ni que me revelara una gran verdad universal; pudo haberme dado una o quince palabras y yo lo habría aceptado y dado la consigna como completada correctamente. Luego de largos segundos creí que se habría encerrado en las dos palabras y hubiera respondido un "no sé", pero sólo bajó la mirada y besó mi hombro. Lo odio cuando hace estas cosas, realmente me resulta algo de lo más estúpido, pero admito que siempre se gana otra oportunidad.

lunes, abril 02, 2007

Como de la nada salió toda esa carga inmensa que se aferró a tus hombros, y sin saber qué más hacer, vas constantemente al baño a hacer pis para aligerar el peso, y como el peso no se va, te desnudas y te bañas, y como la carga no se desprende, te acuestas y la repartes más uniformemente sobre tu cuerpo, pero te hundes y se hace incrementalmente más incómodo, así que cambiarás varias veces de posición hasta despertarte sin descanso, inflando y desinflando tus pulmones sin saber para qué harás esto mismo otra vez, ya que eres incapaz de levantar la carga.