«Conclusiones del mes»Reflexiones del mes de julio que pasó:

-Me llevo bien con mis sweaters, aunque me les pego como velcro.
-Se comenzó la construcción de la parrila en el patio de casa. Hacía largo tiempo que no participaba en nada ni remotamente similar. Ese día me habían despertado tan temprano que, luego de unas horas, la idea de dormir sobre los ladrillos no parecía sólo graciosa.
-Al fin puedo leer tranquilo.
-Esperándome para ganar...
-Lo malo es que a veces uno se decide a hablar y no hay oreja que oiga, ni en señoras, ni en señores.
-Lo bueno de ser medio pelotudo es que no tengo que esforzarme para hacer muecas pelotudas.
-Me gustaría explicárselo, pero no que lo sepa.
-El ego al cielo nuevamente. La picardía... al piso.
-Mírenlo... es increíble cómo nos sigue el paso. Aún arrastrándose y hecho un desastre, desapareciendo de nuestra vista, siempre vuelve al poco tiempo de perdido para asustarnos. ¿Nos hemos resignado ya, luego de tantos intentos de matarlo, a ser sus víctimas? ¿Cuándo habrá de asesinarnos?
-Está bueno pensar con el enfoque de que en cada lapso de un año se poseen trescientas sesenta y cinco oportunidades para tener una determinada edad.
-El que me sale con años bisiestos es digno de ser golpeado con sartenes en la nuca.
-Estas vacaciones están buenas.
-Parte de mi idea de ser sorprendente, es no sorprender cuando lo esperan, tonto como suena. Por lo tanto, no sorprendo. Y aún suena tonto.
-¿Nunca sentiste que estar a la deriva lleva a rumbos más interesantes que aquellos donde querías ir?

Al momento de dibujar, Celina buscó hojas en blanco en su ocupada carpeta. Hizo a un lado aquellas ya marcadas por infructuosos intentos de representación pero, de entre éstos, rescató uno. La hoja mostraba un mamarracho pequeño cerca de una esquina, un atisbo de muchacho mirando hacia un costado. Ella lo dibujó en algún aula tiempo atrás, queriendo entonces capturar algo de su imagen allí. Aún desastrosa la captura, fue capaz de rescatar de ella detalles que nadie más habría podido, y su memoria refrescada la hizo suspirar. Mucho habría de esperar para verlo nuevamente, de modo que prefería no recordarlo, lo cual era un mero deseo que no habría de cumplir. Al momento de dibujar, Celina devolvió su mejor mamarracho a la carpeta.

¿Entonces no es divertido cuando pierdo la cabeza? ¿Cómo que ya no es divertido hacer locuras? ¿Entonces, para qué reías cuando cometía extraordinarias genialidades ridículas? ¿Mentías o cambiaste de golpe tu parecer? Tengo la sensación... Creo que... sí, que eres una loca berreta. ¡Qué desilusión! Deberé decirles a nuestros amigos locos todo sobre tu situación, nada haré ni aunque pudiera para evitar que acepten la renuncia que no has redactado aún, bien sabes cuan especial es nuestro sistema de abandonos. Ya que tan orgullosa te encuentras sobre tu aburrida cordura estereotipada, te recordé algo de nuestras normas para que tampoco olvides que los locos siempre estaremos dando locas vueltas.

Acabo de recordar que no estoy tan de vacaciones, tengo que hacer cinco dibujos. Al menos son divertidos de hacer y me traen recuerdos falsos de una mujer real. Nada con lo que no haya lidiado antes.

Mañana es el último día molesto de los siguientes veinte días, luego: vacaciones. Y que pase lo que pase. Igual habrá de pasar. ¿Pasará... bien o mal? ¡Qué duda, barracuda! ¡Qué ganas de pavear! (referido a éste momento y los días que vendrán, por supuesto).

Sentado en el piso de perfil a la estufa, cálido el lado izquierdo y frío el derecho, descansé. Allí fui aquél ser deseable a quien todo otro ser desea conocer, y la casa fue aquél lugar donde toda mente anhela realizar las fantasías del cuerpo. Otras casas contuvieron seres de la misma calidad, y al llegar el momento, salimos a la noche a buscarnos.

—En verdad, soy un hombre malo.
—Con que malo, ¿eh? Bueno, ¿sabes qué? Me cansé de eso, si así dices ser, debes aceptar las consecuencias de tal afirmación.
—¿Consecuencias? Muy bien, entonces: busca. Sí, quiero que busques, en cada recoveco, en cada institución, dentro de cualquier edificación, en cualquier creencia popular, entre la muchedumbre más sabia y en las otras también. Busca donde sea una autoridad pura del bien capaz de sumirme en las consecuencias de mi maldad.
—¡No es necesaria tal autoridad! Cualquiera puede hacerlo.
—Y sin embargo, no lo haces.

El eco es de alguien que me habla en el último momento y me pide esperar. Le hago caso y espero. Nunca sé si espero a una supuesta generadora del eco o si el eco sabe a quién debo esperar. Ya mucho me he preguntado si el eco no era más que mis recuerdos de Eliana, o quizá se remonta hasta Constanza; obviamente las respuestas no aparecieron. Cierto es que nunca cambia, es siempre el mismo. He creído haber reaccionado a él antes de haberlo escuchado, e incluso no haberlo escuchado luego de haberle hecho caso a su mensaje por memoria. Quizá me entrené a obedecer su consigna de esperar, tal vez mi comportamiento es el eco de un eco que podría ya no estar. Repensándolo, ¿hay realmente alguien que quiera que espere?

Cuando era chico se me ocurrió un problema interesante: si yo tomo un cuadrado, lo corto en cuatro cuadrados más pequeños y los pongo lado a lado formando el cuadrado original, ¿se tocan por las puntas los cuadrados opuestos? El problema era que si se tocaban, entonces significaba que había una suerte de superposición, ya que habrían dos contactos simultáneos de los cuatro cuadrados por las puntas; si no se tocaban, significaba que habría un vacío en el punto central del cuadrado reconstruido, ya que ninguno de los cuadrados sería capaz de tocar el centro, lo cual era imposible porque en el corte no se perdieron elementos y, obviamente, en el cuadrado original ése vacío en el centro no estaba. La opción de que sólo habría un contacto de dos cuadrados sería errónea, aunque con materiales reales es lo que más probablemente sucedería.
Pensé luego que si inclinara un cuadrado y lo apoyara sólo con el vértice en cualquier parte del lado de otro cuadrado, se tocarían en un punto. Y sin importar el grado de inclinación, igualmente se tocarían sólo en un punto, pues sabemos que dos segmentos perfectamente rectos sólo se tocan en toda la longitud o sólo en un punto que siempre es una punta de uno si están ambos segmentos en un mismo plano (es fácil de entender tratando de hacer contacto entre dos reglas apoyadas en una mesa, o simplemente cerrando una puerta). O sea, todo vértice de un elemento tiene una zona de contacto igual a todo su alrededor menos el vértice en sí mismo en el elemento al que pertenece. Esto significa que se puede hacer tocar dos vértices entre sí, sólo por los vértices, punta a punta, ya que cada vértice está dentro de la zona de contacto del otro. Por lo tanto, puede decirse a las apuradas que el contacto es la cercanía máxima posible antes de ser el otro elemento, que el único requisito para el contacto es estar en la zona de contacto. Es fácil de comprobar, porque si acercáramos más un cuadrado a otro, por poco que sea e incluso por las puntas, los estaríamos uniendo; y si los alejáramos, aunque sea un alejamiento infinitamente pequeño, perderían el contacto. Además, sabemos que no podemos moverlos porque no formarían el cuadrado original.
La respuesta es que al juntar los cuatro cuadrados que cortamos, en el centro hay dos contactos simultáneos, que cada cuadrado toca a los otros tres: a dos por toda la longitud de dos lados, y a otro sólo por su vértice.
Unida a un par de ideas que tengo sobre conjuntos y elementos, creo que la definición de contacto es: cercanía máxima posible previa a la unión de los conjuntos. Digo "los conjuntos" porque pueden haber infinitos contactos en una zona de contacto y, acerca de la superposición, está claro que no hay elementos superpuestos sino contactos. El centro se reconstruye en los cuatro cuadrados juntos y se separa en los vértices de los cuatro cuadrados separados, porque, como todo elemento, es informe y está formado por más elementos. Separar por el centro es separar el centro, así como en cualquier otro lugar, y es análogo a separar el cuadrado. Nunca se han añadido o quitado elementos, sólo se han reformulado los conjuntos.
Menos el primer párrafo, la mayoría de lo demás lo pensé hoy; de haberlo hecho cuando chico habría sido... como para tener en cuenta.

Los ojos, gravitan a él, le caen, más que dos, que cuatro, que veinte. Aquél lugar donde está sentado, frío y como quiere encontrarse, es ahora un escenario del nudismo. Son las manos sobre la cara, los codos casi en las rodillas, el iracundo temblor del cuerpo y una respiración decidida a resonar. Entonces baja las manos, enoja las cejas, endurece la piel y dice: «estoy bien».

—Haz lo que quieras.
—¿Que haga lo que quiera?
—Sí, haz lo que quieras.
—¡Gracias! Genial, éste permiso que me ha dado... le agradezco enormemente.
—No te he dado nada, te engaña el imperativo. Igual habría sido ordenarte vivir. Recuerda que todo tiene implicaciones.

Hoy, otro cercano más ha dejado de ser, aunque no tan cercano como su precedente. Del tío abuelo Tito mucho recordaré su lucidez en cuerpo derraído. La muerte me calma.

Si miraras en mi pozo, sólo verías un tinte azulado. No verás más si no acostumbras los ojos y no lo analizas largos lapsos; no entenderás porqué quiero que entiendas y porqué quiero que no entiendas. Si completaras el proceso, por lo que queda del tiempo habrás de caer hacia el todo, y sentirás el vértigo en la debilidad de lo que has amado, la fragilidad de lo estático. Tu tiempo y espacio son abstracciones teóricas, sólo hay elementos en movimiento. No seremos uno, seremos unos cuantos.

Me está ganando la hoja en blanco, lo reconozco. ¡Ja! Plana tontilla, preparo la tinta frente a sus narices, la situación es meramente una transición.

Para completar su perfil de héroe, el nuestro tiene problemas con las chicas. Serios problemas.
¡Avívenme, por favor! Lo mío se va de ingenuo a casi asexuado, realmente. Pero... ¡mentalmente soy un tigre! Sucede que el tigre está hambriento y, sin embargo, no actúa en el momento que más debe hacerlo, no usa los disfraces que tiene para camuflar su personalidad en otra y su actitud es de tigre constantemente saciado, como si no quisiera a quién se le ofrece. Pienso que se me adormeció el sector pícaro del cerebro, pero es sólo por engañarme un poco. Ciertamente me mató lo imprevisible, pero sé que hubiera sido previsto por una mente más avispada.
Y bué... aprendí la lección, trataré de ponerme las pilas de una vez y mentalizarme un poco, quizá para la próxima ya pueda mover un dedo.

Estoy comiendo queso como un condenado a los productos lácteos, no comí en todo el día. Y todo por ser un héroe. Daría las razones, pero... ¿es necesario? ¿No se sabe ya cuán noble y heroico soy?

Desconfío de esas supuestas etapas que se acaban para comenzar otras similares. Sí, hablo sobre eso de dar por muerto algo para empezar otro algo que no es más que lo mismo dicho de otra manera; esto enfocado particularmente a los weblogs. Todos tenemos algo para decir, pero dudo que en un mismo momento se tenga mucho para decir de forma detallada. Se dirá mucho más si hay una búsqueda constante por decir, discursos a su tiempo. En general, veo una tendencia a recomenzar lo mismo que se ha hecho bajo nuevos nombres, a reciclar y relanzar. Bajo esa «modalidad», sigue siendo una única obra segmentada en partes, de las cuales todas menos la última están escondidas excepto para el interesado, quien intentará unir las partes virtualmente. Y eso es, realmente, irritante. No sé la causa, si al autor le resulta vergonzoso algo que hizo, si cree que no puede cambiar el rumbo de la obra, no sé. Da la sensación de que cada vez que se le acaban los temas «preestablecidos», en vez de buscar algo nuevo termina lo que hacía y se engaña; sólo reinicia la misma etapa, como si le repartieran una nueva mano de cartas, y termina por llegar a lo mismo si no cambia.

Me gustaría rompérselo también cuando estoy despierto. Que mi ropa vuele con la suya desde mi cama. Hacer un hueco en el colchón y no por estar tirado todo el día. Pero más me gustaría un simple: «Hola, Nicolás. ¿Cómo estás?»

Bueno... nada que ver. No tengo que pedir la asignación de nuevas materias, el único trámite que tenía que hacer ya lo completé hace bastante. UBA 21 es independiente del CBC. Genial; igual, la idea es aprobar «pensamiento científico» y Antropología ahora que puedo, y luego disfrutar lo que queda del año. Sí, disfrutar. Me río de sólo pensar lo que será.

Hoy tuve el examen final de matemática. Al parecer me fue bien, pero nunca se sabe. Voy a hacer de cuenta que estoy cursando normalmente, que no tengo materias por UBA 21, que sí o sí debo inscribirme para las materias que no cursé y todo porque aún tengo que rendir los finales de éstas. O sea, si me fue mal, recursaré matemática el año que viene. Para decirlo de otra manera similar, si me fue mal, me fue realmente mal, extremadamente mal.

Crearía un mundo nuevo ahora, con el que podría jugar, un lugar donde crecer. Lo haría a mi gusto, lo colocaría en una gran vidriera y lo mostraría orgulloso hacia todo aquello que creyera fuera capaz de ver. No obstante, no tengo tiempo ahora, y el mundo que hoy habría sido no habrá de ser jamás, el mundo del mañana será del mañana, y el de ayer ya nada puede hacer para cambiarlo.

Qué estúpido es, que me espíes así desde un Renault Clio gris, en la esquina de mi casa cuando entro con mi película recién alquilada, despeinado y vistiendo ropa que ahora casi considero de entre-casa. Tanta confianza tengo, que puedo andar así, sonreír y decir: ni importa cómo vista, ni cuántas críticas de mí le expreses a tu gente, te gusto igual y volverás a visitarme a escondidas.

«Con las manos en una orilla y los pies en la otra, pendo cual puente colgante uniendo el diámetro de un oscuro pozo circular. Mis amigos me distraen y subo la cabeza, veo el cielo, pasto verde, los pies de niños corriendo. Cuando mis amigos se alejan por un rato, puedo ver el tinte azulado del borde del pozo, o la tierra plateada si hay luna, y escuchar el suave eco de sonidos insignificantes desde lo oscuro. Cuando ellos vuelven mi cabeza está arriba otra vez, y las risas infantiles cortan la brisa. Pero como ahora no regresan presto más atención. El eco es persistente y puede verse que el tinte azulado cubre una larga superficie de las paredes del pozo con el ojo acostumbrado. Hay ruidos dispares, no es sólo tierra al caer. Algo se mueve en el fondo. Las corrientes de aire vienen desde abajo, no del viento de afuera, y hay ciertas risas esquivas aunque sé que no hay niños. Siento que me llaman, debo saber qué puedo saber del pozo.»
Cuando mis amigos regresaron, ya no era el mismo.

Él y yo éramos poderosos, teníamos ideas locas y sabíamos que en caso de que uno se fuera hacia un extremo el otro actuaría de contraparte. A veces él, a veces yo, disputábamos cuál era el mejor de todos, siempre parejos. De a poco, se cometieron errores con él y él mismo quiso pagarlos, pero ser el más poderoso no significa ser todo poderoso. No todo se puede absolutamente sólo, y ni él ni yo ni nadie habría podido. Errores cometemos todos, los suyos eran pocos, pero cada vez le costaba más enmendarlos. Solía hacer predicciones, y éstas siempre son falibles en la escala que él usaba, se tornaba ambicioso. Cuando una no se cumplía al pie de la letra culpaba al elemento que se comportó erróneamente; decía que no debería haberse comportado de ése modo si hubiese estado construido sin imperfecciones. Así fue que cometió un error y un segundo al justificarlo; y siguió la cadena.

Las hormigas en mi alfombra, todas ellas, están muertas y yo las maté. ¿Qué hacían aquí? ¿Perdidas buscando algún camino? Al parecer no siempre las pude ver y apartarlas por la ventana, mis pies las aplastaron. Y las arañas, ¿dónde están para llevárselas? ¿No vendrán a darle un sentido práctico a los cadáveres? Que alguien se lleve los restos, por favor.

Hoy tuve tiempo, ciertamente sí que lo tuve, y lo usé exclusivamente para estar ofuscado. En tal estado es muy poco lo que veo a los costados, y sólo hay ruido de fondo, así que mi mundo se reduce notablemente. Yo quería para hoy haber hecho algo interesante.

En la cocina de un amigo, de pronto y desprevenido, el ambiente sólo se escuchó por su oído derecho. Un sonido aún quedaba en el izquierdo, pero no habían pavas con agua hirviendo.

Estoy cansado y mucho, realmente estoy cansado. No sólo por la forma de la causa o la idea de la consecuencia, sino también por el actual proceso entre la primera y la última. Obvio, siempre es por el proceso, pero el saber de que tiene causa y consecuencias, aunque no es nuevo, así se siente, y así le quito lo obvio y las nombro primero como si nada.

Los inteligentes pierden, pues siempre cometen el mismo error: confían en que los tontos mantendrán su palabra. ¿Cómo podría hacer daño una cara tan tonta? No obstante, ser tonto no significa que no se pueda ser pícaro; el confianzudo inteligente nunca habría sospechado de tal capacidad escondida, y cuando el tonto comete una picardía, comete una inteligente tontería; traiciona la confianza pues es débil para superponer su importancia a sus deseos. Así, el inteligente queda atrás, analizando cómo le sucedió el atraso, viendo al tonto sonreírle como si no notara que se ha equivocado. Entonces el inteligente se resigna a saber que se puede usar mal la inteligencia y que se puede ser tonto a la vez, en cambio el tonto acepta que es tonto pero se cree inteligente.

No es suficiente, no lo fue antes y tampoco lo es ahora. Debes pensar más, muchacho, mucho más. La voluntad sola puede llevarte lejos pero no a dónde quieres ir; necesitas ideas. Sí, necesitas ideas a las que hayas pulido y sacado lustre con todo método posible, que hayan sido refinadas a niveles extraordinarios. Solas las ideas pueden decirte cómo llegar, pero no te llevarán si no las aplicas; necesitas voluntad. En efecto, necesitas una voluntad que no deforme las ideas, que mantenga los principios que poseas. O puedes aprovechar alguna buena idea si tienes voluntad, o puedes guiar a quien sea de fuerte voluntad si tienes una buena idea. En tales casos, podrías formar un equipo. Pero, recuerda, sobre todo si lo intentas solo, para llegar lejos debes tener idea y voluntad; pensar mucho puede llevar a una, hacer mucho puede llevar a la otra.

Lo estoy entendiendo, comprendiendo los hechos; las cosas están entrando y las veo más claramente que antes. Debo pedir muchos perdones y pagar muchos errores, pero no hablaré de eso ahora, ya lo haré en otro momento. Recuerdo ahora cómo actuar, mis muecas, risas que provoqué y que puedo revivir. Mis viejos miedos y sus formas evolucionadas. Y esto no es nada, hay mucho por desempolvar en esta nueva y ordenada estantería. Tremendo.

Debí hacerlo temprano, o haberlo hecho tarde, pero ¿ahora? ¿Por qué lo hice? Pues, por mi afán de no engañar a nadie; desenvolví honestidad a destiempo.

De todas las maneras que hay para abrazar el control, la más conocida es tomar el toro por las astas. Pero yo lo hago doloroso y complicado, yo tomo el toro por la bolas y lo dirijo así.

Me es desagradable verme deshilacharme como una remera vieja y ver esos hilos desecharse por inútiles para no volver a usarse en costura alguna.