viernes, julio 31, 2009

Él nos observa parado frente a la estufa y nosotros lo observamos a él, protagonista. Morirá demasiado joven. Tiene alrededor el brillo de estar pasando el vano de una puerta desde un cuarto muy oscuro hacia uno muy iluminado, y lo miro desde el oscuro. Se percata de esto y me pregunta cómo se ve alguien que pronto va a morir, si tiene algo así como un sentimiento épico. Le respondo que siento claustrofobia temporal, encerrado en demasiado poco tiempo, y que efectivamente lo veo pasando una puerta, eligiendo las palabras, expresando enseñanzas y tareas escondidas, todas para nosotros. Que de forma tácita está por arriba nuestro. Él asiente. Sabe que ya no puede dejar la huella que quería dejar. Como sus amigos, intelectuales a nuestro modo, imagino que debemos continuar su obra, y de ser así, sabe que no tiene ningún control sobre las direcciones que tomemos. Lo imagino, por este desprendimiento de responsabilidad, liberado e, incluso, contento. Pero al pensar con menor profundidad el está ahí, visiblemente queriendo quedarse. Uno de nosotros le dice que se ve bárbaro, a lo que él responde con sus conceptos sobre la belleza, lo bueno y lo malo, su comprensión de la vida y lo que vemos de ella; demasiada respuesta, demasiado vivo. Reacciono, así que les pregunto si quieren algo de beber, me dan sus elecciones, preparo las bebidas, tomo una lapicera, un cuaderno, un micrófono y una cámara. Realmente sucede. De alguna manera, hay que registrarlo.